Una película que te desnuda

miércoles, 8 de agosto de 2007

Los géneros

Cada vez me pesa más la sensación de que los géneros son barreras para el cine. La necesidad de la industria de identificar-encasillar en un concepto de género las películas se percibe como una necesidad del público de experimentar un reencuentro. Puede que así, sea, lo explica Rick Altman, desde Aristóteles hasta nuestros días. Al final la razón de enclaverse, enclaustrarse, en un género, responde a la cantidad de espectadores que quieres dejar afuera, perdón, adentro, del espectáculo que propones. Por otro lado, es curioso como conceptos como cine arte, cine independiente, cine alternativo, (yo paso a llamarlo cine para festivales), han terminado constituyendo un género aparte, que en rigor no dice nada acerca de los vericuetos dramáticos de la pelicula en cuestión, tan sólo agrupa varios tipos de "otro" cine, de origen aparentemente no holywoodense. En el fondo termino comprendiendo los géneros, (nuevamente citando a Altman), como la etiqueta de un medicamento. Un ardid de mercadeo, más que una definición precisa de algo, igual que una sinopsis o teaser. El arte de la engañifa, pues ¿Se hacen realmente géneros puros e identificables?

Siempre me ha pasado, a la hora de incribir mis películas en un festival o rellenar alguna ficha, que cuando llego a la casillita que díce: "género", tardo un rato en responder. Sobre todo porque la mayor parte de las veces, las opciones taxonómicas que aparecen son rarísimas. Es el perfecto ejemplo de la arbitrariedad de las definiciones de género. "Otros..." sería la selección más acertada para la mayoría de las películas.

El otro día un amigo me decía que en Chile sólo hacemos pastiches de género, aludiendo a nuestra supuesta incapacidad de realizar géneros puros. Mi sensación es que cuando decía despectivamente "pastiches", se refería a los mestizajes, a los géneros desnaturalizados, mezclados, entrelazados. Claro que me interesan los géneros clásicos, pero ¿cómo adaptarlos sin hacer un mestizaje?, ¿Cómo no hacer un pastiche en nuestras latitudes mestizas?

En esta experiencia, ha sido infinitamente más libertario para mi enfocar la película desde lo que creo leer de mis propios personajes, que subsumirme a una tendencia, a un código genérico, a un externo. No trabajar con el género o contra el género (que también es un tipo de validación, la deconstrucción), sino a mi bola, dejándome llevar, como dice Sebastián en la película, por lo que me va pasando, respetando los procesos de los personajes y mis procesos. Estoy convencido que tarde o temprano vamos a tener que rellenar el casillero en algún formulario o ficha y tendremos que hacernos la preguntita de rigor "¿cómo la defino?". Pondremos "romance" o "comedia romántica" y estaremos mintiendo en la generalización, porque siempre es mucho más de lo que la definición abarca y mucho menos, atendiendo a la fijación creada en la audiencia. Según mi amigo, esta es una película de género. Habrá que verla.

martes, 10 de julio de 2007

Work In Progress

Me acaban de invitar a un nuevo "Work In Progress", es el tercero en este mes. Para los que no entiendan el concepto: una instancia así, sirve para mostrar el material casi definitivo ante posibles inversores o gestores que te ayuden a terminar la película. En nuestro caso necesitamos aún cubrir toda la post producción de sonido y la ampliación de s16 mm a 35mm. Además de musicalizarla. No es poco. Lo que me llamó la atención de esta última invitación, es que lo que se ofrece no es ayuda para terminarla, sino espacio mediático. Están construyendo un nuevo concepto mediático "el boom del cine chileno" (creo haberlo visto ya manoseado en los noventa), y nos proponen participar del ese boom. A mi me parece muy bien todo, la exposición es buena para la película. El problema es que, como contrapartida, exigen que se muestre una edición de no menos de quince y no más de veinte minutos del material. Yo les ofrecí mostrar un teaser de dos minutillos, pero no aceptaron. El problema que me viene es que mi peli no se puede contar en veinte minutos. Puedo insinuarla en dos o tres minutos, sugerirla, invitar a verla a través de un trailer. Pero no se me ocurre qué dejar o qué no dejar en una edición resumida o comprimida. Creo que no le hace bien al relato este ejercicio, incluso siento que, más que hacer una edición especial, pondría los primeros quince minutos y punto - ahí te quedas y si quieres la vas a ver al cine... En fin. Pero más allá de esto, lo que me quedó dando vueltas es una sensación de fragilidad, el intercambio raro: aparecer mediáticamente a cambio de matar la sorpresa de la propuesta completa. La necesidad de promocionar mi trabajo con la presión de que son pocos los espacios para promocionar. Es como si me invitaran a un programa nocturno de esos cutres con famosillos a hablar de la peli. El sentido común dice hay que ocupar los espacios, pero las tripas se me aprietan de vergüenza. No por aparecer, sino por legitimar cualquier huevada. Con lo tranquilito que se está tras la cámara, mirando.




sábado, 30 de junio de 2007

Alioli Restaurant

Cuando apareció la idea de que Sebastián regentara un restaurante en decadencia, pero con mucho sabor, el guión creció de sobremanera. La posibilidad simbólica que ofrecía la comida era enorme. Las analogías resultaban hasta divertidas: las acelgas para el desánimo, la chirimoya para la alegría. Claramente no quise colocar la comida en el centro de atención, sino desarrollar con ella una especie de subtrama sensitiva, donde efectivamente se vacía parte de la sensualidad del personaje en su relación con Paula. No quería hacer un retrato exoticista (no sé si existe esta palabra) de la comida chilena, más bien homenajear la cocina casera, más difícil a veces de resolver que un elaborado plato de la "nueva cocina". "No es fácil que te queden bien unas lentejas y menos que te queden siempre iguales", pensé, y eso se convertiría en el carácter culinario de Sebastián, su cruzada, sus proyecciones como chef: uno siempre cocina distinto porque uno nunca está igual, uno cocina con el alma. Por eso los platos que aparecen en el relato, porque a mi me transmiten un pasado, un alma profunda: porotos con riendas, carbonada, lentejas estofadas, plateada al horno con puré... Fue muy divertido imaginar y construir desde esta perspectiva. En la película aparecen como guiños, como digo, no quedaron como protagónicos, pero arman un especial co-relato de la relación entre Sebastián y Paula. Nunca se habrán visto porotos tan sensuales como los que aparecen en la peli.

Nunca había trabajado con comida en escena, esto presentaba un problema estético peculiar. Debíamos encontrar una forma de filmar la comida para esta película. Estudiamos los programas de cocina más estilizados, para tener referencias de lo que queríamos y lo que no queríamos hacer, justamente para no parecernos a un programa de cocina, pero sí para lograr que se viera apetitosa. No queríamos que la cocina se viera especialmente fría, pero eso podía afectar a que la comida se viera rara, que se le cambiaran los colores. Creo que la luz hizo mucho en este sentido, logramos un naturalismo clave para no romper la verosimilitud del manejo de esa cocina, pero también gracias a los colores que rodean los platos, la ropa de Fele, la ambientación y la utilería. Después caimos en la cuenta de que alguien debía cocinarla. Si bien nuestro actor iba a tomar clases de cocina y tuvo el entrenamiento necesario, necesitábamos un Sebastián en la sombra, un (así supe que le llamaban) food stylist.

Tuvimos la suerte de encontrarnos en la vida con un especial personaje, Rai, chef autoral con un generosidad y una calidad humana enormes. Rai tiene un restaurante famosillo en ciertos ambientes, donde desarrolla experiencias culinarias extraordinarias (Rai - cocina de autor, cerca de Infante con Eliodoro Yáñez). Rai fue quien cocinó por Sebastián, el que construyó los platos que fueron filmados. La carbonada cocinada entre Rai y Fele, nos sirvió de almuerzo a todos el extraño día en que llovió a chuzos en medio del verano.

La búsqueda del restaurante se convertiría en el Alioli, fue más bien breve. Primero teníamos un local especialmente estrecho frente a la Plaza de Santa Ana, que tenía la gracia que se veía el metro desde ahí y que la plaza es preciosa. Después resultó que un amigo, Cheng, era socio de uno de los locales más bonitos del barrio Brasil: "el café". Justo en la esquina de Huérfanos con Brasil, frente a la plaza. Cuando lo conocí me enamoré del lugar. Tiene un suelo de cerámica de más de cien años y grandes ventanales a la vereda. Parece que fue una botica originalmente. En mis tiempos de estudiante, que frecuentaba la plaza, era una horrenda tienda de pinturas. Transformarlo en el Alioli y regentarlo durante una semana de rodaje, fue un honor.
Lo último fue ponerle nombre. Al comienzo se llamaba "el país de las maravillas", por de Alicia (el personaje de Mercé Llorens), era demasiado literario, largo y fome. Durante muchas versiones del guión se llamó "El chiringuito", pero siempre provisoriamente, trataba de transmitir algo cercano, pero un amigo me recordó la odiosa canción homónima de Giorgi Dan que nos aterrorizó durante todo un verano en la península y me entraron escalofríos de las animadversiones que podría generar en el espectador ibérico. Txomin, nuestro querido amigo y diseñador de las gráficas de todo el filme, nos alentó con Carmela a un brainstorming donde aparecieron "El queso de Judas", "El goloso de Rodas", "Sancho Palta" (este fue aporte de mi padre), "El mejillón choro" y desviaciones similares. Entre ellas, apareció "Alioli". Sobrio y misterioso nombre con que lo bautizamos. Para los que no saben qué es: una salsa, de aspecto parecido a la mayonesa, hecha con aceite de oliva y ajo.

"El Café"





"El Alioli"




viernes, 29 de junio de 2007

El guión

El proceso comenzó hace seis años, con la primera versión del guión, que contaba una historia diferente, con otro prisma y sobre todo basada en la peripecia de la comedia romántica, en encuentros, desencuentros, todo muy externo. Después de aparcar durante un rato el material, que no me calentaba especialmente (en esa época yo andaba obsesionado con el trhiller político), tuve el honor de asistir con una beca al Taller de Desarrollo de la Casa de América en Madrid. En ese taller, monitoreado por Fernando Castets, (un gran encuentro), comencé a comprender que no estaba escribiendo una "comedia" estaba construyendo una "historia de amor". Hasta ese momento me había estado amarrando al género con pesadas cadenas, sin adentrarme realmente en lo que me conmovía de esos personajes, que siempre estuvieron más esbozados que el argumento mismo. Si era una historia de amor, era, por tanto, una historia de personajes. Así nació la 4a. versión del guión. Filmamos con la 10.7. El proceso de escritura ha sido un viaje hasta honrar el título, "a un metro de ti", que me provocó desde el primer momento la sensación de un amor intenso, agridulce y ambigüo. He aprendido muchísimo con esa etapa. Además de hacerme y responderme mil preguntas con nueas preguntas, creo haber encontrado o afiatado el mecanismo interno con el cual escribo mis guiones. He explorado y me gusta lo que he encontrado. He observado y espiado lo de afuera y lo interno. La vida y los sentimientos, que han estado moviditos en estos últimos años. En este sentido creo que la tarea está hecha. Tengo un saco lleno de preguntas e incertidumbres sobre cómo enfrentaré el próximo guión, la próxima escritura, pero tengo noventa y cinco páginas llenas de vida.

Los personajes



Rodolfo Vásquez es Gusano




Jorge Yáñez es César



Los personajes

Mercé Llorens es Alicia



Katyna Huberman es Marga




jueves, 28 de junio de 2007

Los protagonistas

Fele Martínez es Sebastián
Claudia Cabezas es Paula